sábado, 13 de febrero de 2021

¿Adulación innecesaria o adulación terapéutica?


Fotografía de Henry Cartier-Bresson 


13 febrero 2021

"El cuenco o el huequito en el pavimento se convierte en un acantilado; la altura de los bordillos se convierten en muros y cualquier escalera en una escalada; los coches aparcados en los "cebras" son, descaradamente, una plaga; los ciclistas por el paseo de la Playa actúan como terroristas y la prima de Juan, que ejerce de señora de compañía en Algeciras, le ha dicho que se viene a vivir con él.   Las cosas del día a día suelen ser difíciles pero agudizar los sentidos para no tropezar o el "déjate ya de coquetería absurdas y cómprate una cachava"; descubrir que ante cualquier escalera siempre hay o es posible que haya, una rampa; que al terror del coche mal aparcado en los "cebras", siempre hay un paso libre en la siguiente esquina; y que los ciclistas son una maldición soportable, es algo, todo ello, que debemos asumir sin derrotismos exacerbados.  Otra cosa es afrontar lo que se le viene encima a Juan con lo de su prima de Algeciras."

Acudir a una charla matinal, de esas que te toca contar o lanzar una proclama positivista, ante un público incrédulo, hundidos en el dolor, en la soledad y muchas otras demasiadas veces en el olvido del mundo social, laboral y familiar, es todo un reto. Mucho más si en ello debes poner entusiasmo, convencimiento y dicción aprendida en los muchos años haciéndolo ante un público aunque más pragmático igual de necesitado de ánimo que el de hoy. 

Lo mejor ha sido al final de la charla y tras el obligado clamor de las palmas del final de la fiesta, cuando uno de los asistentes, cara roja, nariz roja, ojos rojos y bufanda roja, me dice, cachava en mano y voz carajillera: "Lo que más me gusta de tus charlas, Enrique, es que lo  cuentas como si te lo creyeras. Tú aún podrías ser lo que quisieras". Y mi nuevo e inesperado "admirador", se ha marchado con paso vacilante hacia la barra de la Loli y yo, con cara de satisfacción indisimulada, administraba mi autocomplacido ego, repartiendo los consabidos y protocolarios  "hastaluegos" a mis veteranos conferenciados a la vez que intentaba hacerme comprender el cómo y el porqué de esa inexplicable, pero tan necesaria satisfacción. ¿¿??




2 comentarios:

  1. La fotografía que tan impecablemente sostiene y afirma tu escrito muestra una realidad que duele,( si tenemos apenitas un poco de corazón), cuando se lee, cuando se ve en las calles, cuando escuchamos una de estas historias que siempre están próximas a nosotros, seguro a alguien que conocemos le pasa, y algún día puede ser nuestra historia.
    Creo Enrique que además de las circunstancias, el contexto, la cruda realidad de muchos adultos mayores, hay una actitud que está dentro de nosotros y no nos abandona(Quizás me equivoco, porque también entiendo que hay gente muy lastimada, física y emocionalmente). Aún así, en las situaciones más desfavorables muchos de ellos tienen luz ,pueden dibujar una sonrisa.
    Concluyo en que a veces, por más que el deseo sea llevar esperanza, un poco de alegría, acercar un punto de vista más positivo( y no por alimentar nuestro ego ni por ser alabados, sino por desear lo mejor a los otros)..ese deseo no alcanza, porque el otro ya eligió y determino tristemente como será el resto de su vida, perdió la esperanza y las ganas de luchar, dejó de agradecer el instante de vida que tiene por vivir. Abrazo grande y un gran sábado !!!

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    1. Tienes razón, querida Eli, quizás demasiada, pero yo no quiero renunciar a intentarlo. A veces media hora de charla con algunos de esos desesperanzados amigos, me enseñan algo positivo, sí, me ayudan a valorar lo que tengo.
      A veces me cuesta dibujar una sonrisa, pero al hacerlo noto calor en quien la recibe. Eso vale mucho, querida amiga.
      Ah, me doy cuenta, poco a poco, que eres un gran ser.
      Un abrazo y un gran sábado, también, para ti.

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